Mi faro, mi luz, mi centro

Hay momentos en los que necesitamos permanecer centrados y no caer en las agitaciones externas es el momento en el que me siento en silencio, mientas las olas giran y dan vueltas en torno a mí. Mis ojos lo ven todo, lo conocen. Respiro concentrada, consciente, centrada.

Soy quien permite que las olas rompan en mí, sin que me atraviesen. Mientras el alboroto se agita a mi alrededor, permanezco centrada, segura, consciente. Un hilo dorado me sostiene en medio de las chispas que desean crear en mí semillas que no me pertenecen. Sin perturbarme continuo observando siempre concentrada en mí en mi cuerpo, en mi respiración, en mi propósito.

En el momento en el que reconozco sin lucha y permito que  las olas rompan en mí, les entrego una suave y blanquecina espuma. Pues hoy soy la muralla de mi propio tesoro. Puede que aún necesite fortalecer mi centro pues es el reflejo de la tempestad, sin embargo mi aprendizaje está en adentrarme en mi sabiduría y que la confusión no me perturbe; pues no es mía. Cuando cesen las olas resurgiré segura; mientras no habrá quién me derrumbe.

Ejercicio para permanecer centrado:

Siéntese o recuéstese cómodamente, de manera que su espalda quede bien recta. Delante de usted prenda una vela y contemple su luz. Observe cómo palpita sin perder un instante su brillo, contemple cómo no se limita al color principal, sino en todos aquellos sutiles matices que completan su belleza.

Ahora cierre los ojos  y mantenga la imagen de la llama por encima de su cabeza y  perciba como un hilo dorado desciende verticalmente de esa luz y sostiene su cuerpo: intacto, fuerte, presente.  Vuelva de nuevo a esa luz y vea como es la luz de un faro, de su propio faro que le guía y le mantiene en su rumbo, un faro indestructible y firme en medio de una tempestad.

Concéntrese en las cualidades de ese faro, en su fortaleza, en su material robusto por el que las olas no pueden penetrar a pesar de la tormenta. Sienta entonces su cualidad divina que lo mantiene unida a la luz de la que desciende el hilo dorado.  Concéntrese en esas sensaciones, en sentirse centrado con su propia luz que ilumina el mar junto con el reflejo y la calidez de la luna.

Exhale y sienta como acoge esas olas y les devuelve con su exhalación la burbujeante espuma de color blanco y efervescente .Siéntase concentrado, firme y vivo. Perciba en la lejanía la tempestad de las aguas mientras usted se mantiene en calma, en su centro, conectado a su hilo y a la luz que siempre permanecerá encendida en su interior. Sumérjase en la calma inhale y exhale desde su calma.

Cuando lo considere oportuno vaya sintiendo poco a poco de nuevo su cuerpo y abriendo lentamente los ojos. Siempre que lo desee puede volver a ese lugar donde todo permanece en calma, porque ese lugar es usted mismo.

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